Tan fascinantes o más que los perfumes son las perfumerías; y aunque no suelen aparecer en las guías de viaje, es lo primero que busco cuando visito una ciudad. Buenas perfumerías y buenos ultramarinos, o colmados, o tiendas de comestibles, vaya, de esas que antes llamaban delicatessen y ahora se dicen espacios gourmet.
Gracias a Marta y Jean-Luc de Le Secret du Marais he conocido el último de Kilian, Playing with the Devil. Forma parte de la colección In the Garden of Good and Evil (In the City of Sin, Forbidden Games, Good Girl Gone Bad), y como la mayoría de los perfumes de la marca, coronados con cuatro codiciadísimas estrellas por Luca Turin, éste lleva también la firma de Calice Becker.
By Kilian irrumpió en el mundo del perfume, hace apenas seis años, y aunque eligió situarse en el restringido espacio de las llamadas marcas nicho, –marcas que labran su prestigio mediante un influyente y desinteresado boca a boca– entró por la puerta grande como corresponde a alguien acostumbrado a moverse como pez en el agua en el mercado del lujo.
Kilian Hennesy es nieto del fundador de LVMH. Recurro a Élisabeth de Feydeau para conocer su trayectoria. Tras estudiar comunicación y ciencias del leguaje inicia su formación como perfumista con figuras de la talla de Alberto Morillas, Jacques Cavallier, Thierry Wasser o Calice Becker, y en 1997 decide lanzar su propia marca que, sin duda, ha sabido deslumbrar a una clientela rica y cosmopolita capaz de apreciar su “lujo sin concesiones” aderezado con unas gotas de candorosa transgresión.
Así, la tentadora idea del fruto prohibido está implícita en Talking with de Devil, un perfume que la propia Becker define como “un paseo por el bosque en un anochecer de verano”.
Hay que desconfiar su trivial arranque de frutas especiadas: naranja sanguina, grosella negra, melocotón, litchi, pimienta negra de Madagascar, porque tras este alarde de ingenuidad furtícola aparece su lado más oscuro, un corazón amaderado y sensual que le confiere una larga permanencia: cedro, sándalo, pachuli, rosa y jazmín Sambac, y que finalmente da paso a un acorde más clásico: haba de Tonka, vainilla y benjuí que se mantiene en una elegante y cálida estela.